Nerón (Nerón Claudio César Augusto Germánico), pero antes de ser emperador se llamó Lucio Domicio Enobarbo. Hijo del cónsul romano Cneo Domicio Enobarbo (Domitio Ahenobarbo) y Agripinila (conocida como Agripina la menor). Ella estuvo emparentada con tres emperadores: su abuelo César Augusto, su hermano Calígula, y su tío Claudio.
Enobarbo era un hombre violento y la relación con su esposa era difícil, así dijo refiriéndose al hijo de ambos, sin saber que estaba profetizando: "de la unión de Agripina y mía, sólo puede salir un monstruo".
Agripina, mujer de fuerte carácter y decisión, manchó sus manos de sangre para conseguir que su familia subiera al trono del imperio romano. Costara lo que costara, incluso su propia vida. Ante la afirmación que unos astrólogos le hicieron de que su hijo Nerón, efectivamente llegaría a ser emperador pero también que mataría a su propia madre, respondió con estas duras palabras: “Que me mate, con tal de que reine”.
Agripina la menor
De acuerdo a la tabla siguiente, Nerón fue el sexto
emperador, gobernó el Imperio Romano entre el 13 de octubre del 54 y el 9 de
junio del 68, fue el último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Los historiadores romanos inevitablemente comenzaron su
registro con Julio César, padre de su país. Por ejemplo, el biógrafo romano, Cayo
Suetonio Tranquilo, en su libro Los Doce Césares, comienza
con Julio y registra a Nerón como el sexto en sucesión.
Los primeros diez Emperadores Romanos
1. Julio César: 48 - 44 a.C.
2. Octavio
(Augusto): 31 a.C - 14 d.C.
3. Tiberio: 14 -
37
4. Calígula: 37 -
41
5. Claudio: 41- 54
6. Nerón: 54
- 68 (Hijo
adoptivo de Claudio)
7. Galba: 68 – 69
8. Oton: 69
9. Vitelio: 69
10 Vespasiano: 69
- 79
Nerón es hijo adoptivo del emperador Claudio. Accedió al trono haciendo
envenenar a su medio hermano Británico (hijo varón -único- de Claudio), y
también al mismo Claudio. Nerón fue un hombre que en el inicio de su
reinado se presentó de una manera moderada y prudente, pero que después reveló
un carácter sanguinario y cruel.
En el NT, no se menciona por nombre a Nerón, pero hay varias referencias a él.
Fue durante la primera parte del reinado de este que Pablo exhortó a los
cristianos a ser respetuosos y obedientes al estado (Ro 13:1-7; cf. las
instrucciones posteriores en 1Ti 2:1s; Tit 3:1). También Pedro hizo las
mismas recomendaciones durante la última parte del reinado neroniano (1P
2:13-17).
A este emperador apeló Pablo ante la injusticia de Festo, el gobernador de
Cesarea: "Porque
si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero
si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a
ellos. A César apelo. Entonces Festo, habiendo hablado con el
consejo, respondió: A César has apelado; a César irás." (Hch 25:12).
El César mencionado en Filipenses
4:22 es Nerón. En la conclusión de esta carta, Pablo transmite saludos de
los hermanos de Roma y “especialmente [de] los de la casa de César”. La expresión “la casa de César” no
se refiere necesariamente a la familia inmediata de Nerón, quien gobernaba para
ese entonces, sino que podía aludir a quienes formaban parte de la
administración pública, esclavos del César y funcionarios de segundo orden. No
se especifica si estos cristianos de la casa de César fueron fruto de la
predicación de Pablo. Si estaba detenido en un lugar próximo adonde se
encontraba la guardia pretoriana (Flp 1:13), se hallaba en las inmediaciones
del palacio de Nerón y, por lo tanto, cerca de muchos miembros de la casa de
César, a los que pudo haber predicado (Hch 28:16, 30, 31). Todo esto indica que
Nerón era el emperador que estaba gobernando durante los dos años de la primera
prisión de Pablo en Roma “Y Pablo permaneció dos
años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían”
(Hch 28:30). Evidentemente Nerón permitió que el apóstol fuera puesto en
libertad esta vez (Flp 1:25; 2:24), pero no en la segunda; "Porque
yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está
cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado
la fe." (2Ti 4:6s).
Compárese el caso de Pedro: "Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este
cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo
abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha
declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida
vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas." (2P 1:13-15).
Nerón es
el «león» de 2Ti 4:17: "Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí
fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado
de la boca del león".
La bestia de Apocalipsis 13:18 es Nerón: "Aquí hay
sabiduría. El que tiene más entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el número de hombre: y el número de ella, seiscientos sesenta y seis". Este
acertijo ha llenado de perplejidad a los críticos e intérpretes a través de
todos los siglos desde la época en que fue escrito. La frase "Número de
hombre", muy naturalmente significaría el valor
numérico de las letras que componen el nombre de un hombre. Y los dos nombres
que más favor han hallado en la solución de este problema han sido el griego Lateinos y el
hebreo Nerón
Kaiser. Cualquiera de los dos
constituye el número requerido y uno u otro se aceptará según la interpretación
que uno dé a la bestia simbólica de que se trata.
Con
respecto a esta bestia, Hank Hanegraaff
dice lo siguiente:
“Colocar a la Bestia en el siglo 21,
puede presentar una gran cantidad de dificultades históricas. Por ejemplo, el
apóstol Juan le dice a su auditorio del siglo I que con «sabiduría» y «entendimiento»
pueden calcular «el número de la bestia, pues es número de un ser humano:
seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13.18). Obviamente ninguna cantidad de
sabiduría hubiera podido ayudarle a un auditorio del siglo I a descubrir el
número de una Bestia del siglo XXI.” (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 8)
“Nerón César Augusto Germánico, es conocido hoy más por su
número que por su nombre. Los creyentes del siglo XXI, al igual que sus
hermanos del siglo I, pueden tener la seguridad de que 666 es el número del
nombre de Nerón y que Nerón es la bestia que saqueó a la novia en un entorno
histórico que incluye tres años y medio de persecución, una época cuando el
Imperio Romano llegó a tambalearse en el precipicio de la extinción y una época
cuando Jerusalén y el templo fueron destruidos.” (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 140)
“Nerón
era la misma personificación de la maldad. La masacre malévola de los
cristianos que instituyó continuó por aproximadamente tres años y medio. Al
final, Pedro y Pablo fueron perseguidos y asesinados a manos de esta bestia.
Ciertamente, ésta fue la única época en la historia humana en la cual la bestia
pudo asaltar directamente la fundación de la iglesia cristiana de la cual
Cristo era su piedra angular. No fue sino hasta que César Nerón murió el 9 de
junio del año 68 A.D. que la carnicería contra la novia de Cristo finalmente
cesó. No sólo existe una correspondencia directa entre el nombre Nerón y el
número de su nombre (666) sino también los «cuarenta y dos meses» que le fueron
dados para «hacer la guerra a los santos» (Apocalipsis 13.5-7) son un símbolo
del tiempo durante el cual la bestia hizo estragos en la novia.” (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 144)
También David Chilton dice lo
siguiente:
“La bestia de Apocalipsis es claramente el Imperio
Romano.
Sin embargo, esta bestia no es sólo una institución, sino una persona;
específicamente, como veremos, el emperador Nerón. ¿Cómo podía este símbolo haberse referido
tanto al emperador como al imperio? Porque, en cierto sentido (particularmente
la manera en que la Biblia considera las cosas), los dos podrían ser considerados como uno. Roma
era identificada con su líder; el imperio estaba personificado en Nerón. Por ello, la Biblia puede moverse hacia atrás
y hacia adelante entre ellos, o considerarlos a ambos juntos, bajo la misma
designación. Y tanto Nerón como el imperio estaban hundidos en actividades
degradantes, degeneradas y bestiales. Nerón, que asesinó a numerosos miembros de su propia
familia (incluyendo a su esposa embarazada, a la cual mató a patadas); que era
homosexual, la etapa final de la degradación (Rom.
1:24-32); cuyo afrodisíaco consistía de observar a personas sufrir las
torturas más horripilantes y repugnantes; que se vestía como una bestia salvaje
para atacar y violar a prisioneros y prisioneras; que usaba los cadáveres de cristianos que ardían en la
hoguera como las originales "velas
romanas" para iluminar sus obscenas fiestas de jardín; que desató la primera persecución imperial de los cristianos a
instigación de los judíos, para
destruir la iglesia. Este pervertido animalístico era el
jefe del imperio más poderoso de la tierra. Y fijó la tónica para sus súbditos.
Roma era la cloaca moral del mundo.” (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 137, 138)
“Juan les proporcionó a sus
lectores una identificación positiva de la bestia: "Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento,
cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es
seiscientos sesenta y seis”.
Hay varios aspectos importantes de este extraño número; sólo examinaremos dos
de ellos aquí. El primer punto es que el Antiguo Testamento ya nos ha hablado
del 666. Se encuentra en los libros de Reyes y Crónicas, ciertamente algunos de
los libros más descuidados de la Biblia. Sin embargo, es interesante notar que Juan toma muchos de sus números simbólicos de
estos libros (por
ejemplo, compárese a 1 Crón. 24:1-19
con Apoc. 4:4). Estos escritos históricos nos dicen que Salomón (un tipo
bíblico tanto de Cristo como de la bestia) recibió 666
talentos de oro en
un año, en la cúspide de su poder y su gloria (1 Reyes 10:14; 2 Crón. 9:13). Ese número marca tanto la cúspide de
su reino como el principio de su declinación; de allí en adelante, todo va
cuesta abajo hasta llegar a la apostasía. Una por una, Salomón
viola las tres leyes de reinado piadoso registradas en Deuteronomio 17:16-17: no
amontonar oro (1
Reyes 10:14-25), no tener muchos caballos (1 Reyes 10:26-29), y no
tener muchas mujeres (1
Reyes 11:1-8). Para los hebreos, el 666 era un signo terrible de apostasía, la marca tanto de un rey
como un estado a imagen del dragón. El segundo punto que debemos considerar sobre el número 666 es
éste. Tanto en griego como en hebreo, cada letra
del alfabeto es también un numeral (véase la tabla de los numerales al final de este capítulo). Por
eso, el "número" del nombre de cualquier persona podría
calcularse simplemente sumando el valor numérico de sus letras. Es claro que
Juan esperaba que sus lectores contemporáneos fuesen
capaces de usar este método para descubrir el número de la bestia - indicando
así, nuevamente, el mensaje contemporáneo de
Apocalipsis; Juan no esperaba
que sus lectores calculasen el número de algún funcionario de un gobierno
extranjero del siglo veinte.
Sin embargo, al mismo tiempo, Juan les dice que no será tan fácil como piensan:
será necesario que alguien "entienda". Porque Juan no dio un número que pudiese
ser interpretado en griego, que es lo que esperaría un funcionario romano que
examinara Apocalipsis en busca de contenido subversivo. El elemento inesperado
en el cómputo era que tenía que ser interpretado en hebreo, un idioma que conocerían por lo menos algunos miembros de las iglesias.
Para ahora, sus lectores habrían adivinado que estaba hablando de Nerón, y los
que entendían hebreo probablemente captaron el mensaje inmediatamente. Los
valores numéricos de las letras hebreas en Nerón Kesar (Nerón César) son: Es significativo que todos los primeros escritores cristianos, aun los que no entendían hebreo y, por lo
tanto, estaban confundidos por el número 666, relacionaron al Imperio Romano, y especialmente a
Nerón, con la bestia. No
debería haber ninguna duda razonable en cuanto a esto. Juan estaba escribiendo
para los cristianos del siglo primero, advirtiéndoles de cosas que tendrían
lugar "pronto". Estaban involucrados en la batalla más crucial de la historia,
contra el dragón y el malvado imperio que el dragón poseía. El propósito
de Apocalipsis era
reconfortar a la iglesia con la certeza de que Dios estaba en control, de modo
que ni siquiera el tremendo poderío del dragón y la bestia podrían sostenerse
delante de los ejércitos de Jesucristo. El número de hombre es seis (Gén. 1:27, 31);
Cristo fue herido en el calcañar el sexto día (viernes) - pero ése es el día en
que aplastó la cabeza del dragón. Juan dice que, en su poderío máximo, Nerón es sólo un seis, o una serie de seises; nunca un siete. Sus planes de
dominio mundial jamás se cumplirían, y la iglesia vencería.” (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 140-142)
Don Walker dice:
“Juan
nos ha dejado dos grandes “pistas” en cuanto a la identidad de aquel a quien
llama “La Bestia”. Ambas pistas señalan irrefutablemente a la misma persona, no
a alguien que nacería en el siglo veinte (lo cual no tendría ninguna relevancia
para su audiencia original), sino a ningún otro más que a Lucius Domitius
Ahenobarbus, mejor conocido como Nerón Claudio César. Nerón, y sólo Nerón, se
ajusta a la expresión específica de la Bestia. Este personaje diabólico cumple
con los criterios presentados por el mismo libro de Apocalipsis. La primera
“pista” que debemos examinar es Apocalipsis 13:18, que dice: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el
número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos
sesenta y seis”. Recordemos que Juan está escribiendo desde la isla de
Patmos, donde ha sido encarcelado. Esta carta habría sido llevada, con toda
probabilidad, fuera de la isla por soldados romanos. Juan tuvo que enviar su
mensaje en “código” para que sus captores no entendieran su referencia al
emperador. En lugar de declarar abiertamente quién era la “Bestia,” les dejó
una pista que todo hebreo podría discernir con facilidad. En los tiempos
antiguos los alfabetos servían a un doble propósito. Las letras funcionaban no
sólo como símbolos fonéticos, sino también como numerales. El sistema numérico
arábigo que usamos hoy fue un desarrollo posterior. Como consecuencia, los nombres
tenían valor numérico. A lo largo del mundo antiguo encontramos la práctica de usar
el valor numérico de un nombre, como una especie de criptograma. La escritura
hebrea del nombre Nerón César era NRWN QSR (representado aquí por letras de
nuestro alfabeto). La suma de estos números, que corresponden a cada letra hebrea,
suma precisamente 666 tal como se muestra a continuación:
N = 50
R = 200
W= 6
N = 50
Q = 100
S = 60
R = 200
¿Es
esto una coincidencia? ¿O estaba Juan enviándoles un mensaje a sus lectores, el cual habrían calculado con relativa
facilidad? … La segunda gran “pista” que Juan nos da se encuentra en
Apocalipsis 17:9-10, que declara: “Esto, para la mente
que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se
sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro
aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”. Como
dijimos anteriormente, las siete montañas representan a las siete colinas de Roma.
Pero Juan también nos dice que representan siete reyes. De estos siete reyes,
él nos dice que cinco ya han caído. El sexto rey es aquel que Juan dice que
ahora está reinando. ¿Quién era este “sexto rey”? Flavio Josefo, el historiador
judío de aquel período, señala claramente que Julio César fue el primer
emperador de Roma y que seguido en sucesión por Augusto, Tiberio, Calígula y
Claudio. El sexto no era otro que Nerón (ver Antigüedades, libros 18 y 19). Esto también es confirmado por
los historiadores romanos, Suetonio (Vidas
de los Doce Césares) y Dio Cassius (Historia Romana V). Además, Juan declara, “el otro aún no ha venido” (el sétimo), “y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”.
Luego de Nerón siguió Galba, quien reinó menos de siete meses.” (Don Walker, La Bestia del Apocalipsis, pags. 6-8)
La bestia mencionada en
Apocalipsis 11:7 es Nerón al mando del Imperio Romano: "cuando hayan acabado
su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los
vencerá y los matará". Nerón, al
mando del gran imperio romano, le hizo la guerra a los dos testigos. Erróneamente
se afirma que son dos personas, dos profetas. No son dos profetas literales
sino metafóricos, porque si fueran simplemente dos personas, ¿por qué la bestia
(Nerón) al mando del imperio romano, necesitó hacer guerra contra ellos, con su
poderoso ejército? Lógicamente, porque la metáfora no se refiere a dos personas,
dos profetas individuales, sino que se refiere a la iglesia militante judía
liderada por Pedro, y la iglesia gentil liderada por Pablo; las cuales estos
emperadores persiguieron, y les hicieron la guerra. Inclusive
estos dos apóstoles, ambos murieron entre el año 64 y el 67 d.C., en la ciudad
de Roma, en la persecución de Nerón (64-68 d.C.).
Hank
Hanegraaff dice:
“El Apocalipsis registra el primer gran asalto de la Bestia
contra la Novia que dura aproximadamente tres años y medio. Antes del año 64 A.D.,
la Iglesia fue perseguida por la mujer que montaba sobre la bestia (la Israel
apóstata), pero poco después del gran incendio de Roma, la bestia desató toda
su furia contra la joven iglesia cristiana. Históricamente es debatible que
Nerón haya comenzado el gran incendio de Roma. Pero de lo que no hay duda es de
que Nerón lo usó como catalizador para el primer gran ataque en contra de la
iglesia cristiana emergente. … En el mes de noviembre del año 64 A.D.
comenzaron las persecuciones. El doctor Paul Maier,
profesor de historia antigua de la Western Michigan University, comenta
explícitamente este matiz en una novela documental llamada The Flames of Rome [Las llamas de
Roma]. Grandes cantidades de cristianos fueron arrestados, condenados y
sentenciados a muerte. Tácito registró lo siguiente: «Los cubrían con pieles de
animales para luego dejar que los perros salvajes los destrozaran, otros fueron
clavados en cruces, o quemados para que sirvieran como iluminación nocturna
cuando la luz del día había expirado. Los jardines de Nerón servían como plaza
para el espectáculo, creando un ambiente de circo, donde él se mezclaba con la
gente vestido como auriga». (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 143)
En el año décimo de su
reinado, el 64 d.C., estalló el gran incendio de Roma, que destruyó casi
completamente tres de los catorce distritos de la ciudad; se acusó al emperador
de que él había sido quien había dado la orden de provocar el incendio. Nerón acusó a los cristianos, condenando a gran número de
ellos a suplicios atroces. La tradición señala que Pablo y Pedro estuvieron
entre los mártires.
A partir de
esta persecución el imperio asumió una actitud hostil hacia el cristianismo.
Además de Nerón, también persiguieron a los cristianos los emperadores
siguientes: Domiciano, Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Diocleciano, entre
otros. Esto comenzó la primera de diez olas de persecución contra los
cristianos durante el período del Imperio Romano hasta Constantino en
el 314 d.C. Por más de dos siglos, Roma destruyó a cerca de un
millón de cristianos.
Por la
historia, sabemos que de los siete reyes mencionados en Apocalipsis
17:10, uno de ellos, el sexto es Nerón (Vea la tabla arriba, de los emperadores
romanos). Así dice el texto: "y son
siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y
cuando venga, es necesario que dure breve tiempo." Cuando Juan recibe esta revelación, ya cinco de ellos habían gobernado,
como lo dice la versión CST-IBS “cinco de ellos cayeron ya”, estos son: (1) Cayo Julio César (48 al 44 a.C.),
(2) Cayo Julio César Octaviano = Octavio Augusto (2 de
septiembre del 31 a.C. al 17 de agosto del 14 d.C.). Aunque el Senado lo
proclamó emperador el 16 de enero del 27 a.C. A partir de este rey se les
comenzó a llamar emperadores; (3) Tiberio Julio César Augusto = Tiberio (15
de septiembre del 14 d.C. al 16 de marzo del 37 d.C.), (4) Cayo César
Germánico = Calígula (16 de marzo del 37 al 24 de enero del 41 d.C.),
y (5) Tiberio Claudio Nerón = Claudio (24 de enero del 41 d.C.
al 54 d.C.).
Esta misma
versión (CST-IBS) sigue diciendo: “el sexto está gobernando”. De acuerdo a la sucesión, el sexto (6) rey fue Claudio Cesar
Nerón = Nerón (13 de octubre del 54 al 8 de junio del 68 d.C.). De manera que al momento
de Juan recibir la revelación de la bestia escarlata, estaba gobernando el
sexto rey, el cual ya se ha demostrado aquí que fue Nerón. La profecía es
tan exacta en lo que dice: “el séptimo no ha llegado todavía; luego, cuando llegue, reinará por poco
tiempo”. Por la historia sabemos que a Nerón lo
sucedió Servio Sulpicio Galba (68 – 69 d.C.), pero fue por un
corto tiempo (siete meses), como lo dice la profecía.
Cuando
Pablo habla de la Manifestación del hombre de
pecado en 2da de Tesalonicenses 2, se está refiriendo a Nerón: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes
venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es
objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose
pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros,
os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a
su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la
iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea
quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el
espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y
prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se
pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos." (2 Ts 2:3-10).
Este texto hay que estudiarlo en contexto para poderlo entender, y la clave
está en la frase: "Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido
tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la
iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea
quitado de en medio". Los
cristianos tesalonicenses ya sabían (en ese tiempo) que ya estaba en acción el misterio de la iniquidad, y sabían qué era lo que detenía la manifestación del hombre de pecado, y
era una persona, y esa persona se llamaba Claudio, su padrastro era
el emperador que gobernaba, y debía ser quitado de en medio.
Es necesario saber esta parte de la
historia para entender la profecía. El tercer y último matrimonio de Agripina
se llevó a cabo el 49 d.C. con el emperador Claudio. De esa manera Agripina
obtiene el título de emperatriz y luego el de Augusta. Al ostentar dichos cargos se hace con más poder e influencias, que usará para
convencer a Claudio de adoptar como único heredero al trono de Roma a su hijo
Nerón. Para ello Claudio deshereda a Británico, el hijo que tuvo con su
anterior esposa Mesalina, que luego sería asesinado. Así Agripina introdujo en
la sucesión imperial a su hijo. Una vez obtuvo lo que deseaba de Claudio lo
mandó asesinar con un plato de hongos venenosos. De esta manera,
envenenado, fue quitado de en medio quien
al presente lo detenía, por una conspiración entre Nerón y
su madre Agripinila. Así, al quitarlo
de en medio se cumplió la palabra del apóstol Pablo: "hasta
que él a su vez sea quitado de en medio". A partir de allí se manifestó (en Nerón) la bestia de Apocalipsis.
Al ascender Nerón al poder, su madre Agripina trató de gobernar a
través de su hijo, con el cual se insinúa tenía una relación incestuosa. Cuando
esta se opuso a la relación de su hijo con Sabina Popea, Nerón, por consejo de
su amante, mandó matar a su posesiva madre.
Los que
conocen la historia, saben que esta bestia, determinó asesinar a la novia del
Cordero, era un megalomaniático que edificó una estatua de él mismo de más
de treinta metros de alto y la erigió en el templo romano de
Marte. Demandó que lo adorarán como «el Dios Todopoderoso y el Salvador». Y en sus monedas se llamaba
a sí mismo El Salvador del Mundo.
David
Chilton dice lo siguiente:
“Consideremos lo que el libro de Apocalipsis nos dice sobre Nerón/Roma, la bestia. … Juan vio que la bestia tenía
"diez cuernos y siete cabezas" (Apoc.
13:1), a la imagen del dragón (12:3),
que le da a la bestia "su poder y su trono y gran autoridad" (13:2). Los diez cuernos (poderes) de la
bestia se explican en Apocalipsis 17:12
en términos de los gobernadores de las diez provincias imperiales,
mientras que las siete cabezas se explican como la línea de los Césares (17:9-11). Nerón es una de las "cabezas" … "y
sobre sus cabezas, un nombre blasfemo" (13:1). Como
ya hemos visto, los Césares eran dioses. Cada emperador era llamado Augusto o Sebasto,
que significa Al que
debe rendírsele culto;
también, tomaban el nombre de divus (dios)
y hasta los de Deus y Theos (Dios).
Se les erigieron muchos templos por todo el Imperio, especialmente, como hemos
visto, en Asia Menor. Los
Césares romanos recibían honores que pertenecían sólo al único Dios verdadero; Nerón exigía absoluta obediencia, y hasta se hizo
construir una imagen, de 120 pies de altura. Por esta razón, Pablo llamó
a César "el hombre de pecado"; Pablo dijo que César era "el
hijo de perdición, que se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o
es objeto de culto; tanto, que se sienta en el templo de Dios como Dios,
haciéndose pasar por Dios"
(2 Tes. 2:3-4). Juan subraya este aspecto de la
bestia: "También se le dio boca que hablaba grandes cosas
y blasfemias ... Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de
su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo" (13:5-6). Los
cristianos fueron perseguidos precisamente porque rehusaron participar en este
idolátrico culto al emperador.” (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 138, 139)
Así se expresa Josefo:
“Dejaré de contar
ahora al presente, por saber que sería importuno, de qué manera Nerón, levantado
en los bienes de la fortuna y prosperidad, supo tan mal servirse de todo; y
cómo mató a su hermano, a su madre y a su mujer, convirtiendo después su
crueldad contra todos, viniendo a la postre a enloquecer y hacer cosas de
hombre indiscreto y sin cordura.” (Flavio Josefo, Las Guerras de Los Judíos, Libro II, Cap. XI, pag. 131)
Tácito
amplificó la naturaleza nefasta de Nerón en sus Anales. Nerón acusó
falsamente a los primeros cristianos como los causantes del gran incendio
de Roma y los subyugó a las «torturas más exquisitas».
Los «cubrió con pieles de animales», «hizo que los perros los
despedazaran», «los clavaba a las cruces» y «los quemaba para que le
sirvieran como iluminación en la noche».
Apolonio de
Tyana describió a Nerón como una bestia más malévola, peor que cualquier
otra que el haya encontrado en la selva. Al igual que Lactanio, Sulpicio
Severo y los Oráculos Sibilinos, él describió a Nerón como una bestia
destructiva y dañina: «Nunca hemos oído que las bestias salvajes se coman a su propia madre,
sin embargo Nerón disfruta de esa dieta». Esto fue
dicho porque Nerón mandó a matar a su propia madre.
Suetonio dice: «Había prostituido su propia castidad hasta el extremo de profanar
cada parte de su cuerpo, para después crear una clase de juego macabro,
donde se cubría con la piel de algún animal salvaje, y saliendo de una
jaula atacaba las partes privadas de los hombres y las mujeres que estaban
atados a las estacas».
Nerón castró a un jovencito
llamado Sporus y se casó con él en una ceremonia pomposa. Se deleitaba en
la violación homosexual y la sodomía. Mató a su mujer embarazada,
Papea, a patadas y se robó el tesoro imperial para utilizarlo en
placeres personales. Y eso es sólo un vistazo pequeño de la
personificación de la maldad.
Nerón murió en el año 68 d.C., en el año catorce de su reinado, y a los treinta
y dos años de edad. Viéndose abandonado por sus tropas y sabiéndose perdido, se
quiso suicidar, pero, no consiguiéndolo, pidió a uno de sus defensores que lo
rematara.
Hank Hanegraaff (nacido en 1950) es el presentador
del Bible Answer Man, programa radial que se escucha a diario en todo
Estados Unidos y Canadá. Es presidente del Christian Research Institute y autor
de The Pace That Demostrates the Farce of Evolution, un libro que
ganó premios. Entre sus éxitos de librería figuran La oración de Jesús, El
tercer día, Cristianismo en Crisis y El código del Apocalipsis. Hank
y su esposa Kathy, viven en Carolina del Norte y tienen ocho hijos.