martes, 11 de noviembre de 2014

Invitación a exposiciones escatológicas

Hago extensiva la invitación a todas las personas que quieran conocer sobre la línea de interpretación escatológica conocida como Preterismo.

PUNTOS A TENER EN CUENTA:
* Tener conocimiento básico de las Sagradas Escrituras
* Vivir en Maturín, Monagas, Venezuela
* Costear su traslado hasta el sitio
* Se aceptan propuestas para un sitio adecuado
* Horario preferible: Jueves 7 pm o Sábado 4 pm.

NOTA IMPORTANTE: En otras ciudades se pueden organizar grupos con un mínimo de 20 personas, y programaríamos mi traslado hasta el sitio.

Más información en este enlace: https://www.facebook.com/groups/escatologiaexegetica/

¡Bendiciones!
Diac Gonzalez

jueves, 5 de junio de 2014

Nerón, la bestia de Apocalipsis

Nerón, la bestia de Apocalipsis
Material preparado por Diac Gonzalez
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Nerón (Nerón Claudio César Augusto Germánico), pero antes de ser emperador se llamó Lucio Domicio Enobarbo. Hijo del cónsul romano Cneo Domicio Enobarbo (Domitio Ahenobarbo) y Agripinila (conocida como Agripina la menor). Ella estuvo emparentada con tres emperadores: su abuelo César Augusto, su hermano Calígula, y su tío Claudio.

Enobarbo era un hombre violento y la relación con su esposa era difícil, así dijo refiriéndose al hijo de ambos, sin saber que estaba profetizando: "de la unión de Agripina y mía, sólo puede salir un monstruo".

Agripina, mujer de fuerte carácter y decisión, manchó sus manos de sangre para conseguir que su familia subiera al trono del imperio romano. Costara lo que costara, incluso su propia vida. Ante la afirmación que unos astrólogos le hicieron de que su hijo Nerón, efectivamente llegaría a ser emperador pero también que mataría a su propia madre, respondió con estas duras palabras: “Que me mate, con tal de que reine”.

Agripina la menor

De acuerdo a la tabla siguiente, Nerón fue el sexto emperador, gobernó el Imperio Romano entre el 13 de octubre del 54 y el 9 de junio del 68, fue el último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Los historiadores romanos inevitablemente comenzaron su registro con Julio César, padre de su país. Por ejemplo, el biógrafo romano, Cayo Suetonio Tranquilo, en su libro Los Doce Césares, comienza con Julio y registra a Nerón como el sexto en sucesión.

Los primeros diez Emperadores Romanos

1. Julio César: 48 - 44 a.C.
2. Octavio (Augusto): 31 a.C - 14 d.C. 
3. Tiberio: 14 - 37 
4. Calígula: 37 - 41 
5. Claudio: 41- 54 
6. Nerón: 54 - 68 (Hijo adoptivo de Claudio)
7. Galba: 68 – 69
8. Oton: 69
9. Vitelio: 69
10 Vespasiano: 69 - 79 

Nerón es hijo adoptivo del emperador Claudio. Accedió al trono haciendo envenenar a su medio hermano Británico (hijo varón -único- de Claudio), y también al mismo Claudio. Nerón fue un hombre que en el inicio de su reinado se presentó de una manera moderada y prudente, pero que después reveló un carácter sanguinario y cruel.

En el NT, no se menciona por nombre a Nerón, pero hay varias referencias a él. Fue durante la primera parte del reinado de este que Pablo exhortó a los cristianos a ser respetuosos y obedientes al estado (Ro 13:1-7; cf. las instrucciones posteriores en 1Ti 2:1s; Tit 3:1). También Pedro hizo las mismas recomendaciones durante la última parte del reinado neroniano (1P 2:13-17). 

A este emperador apeló Pablo ante la injusticia de Festo, el gobernador de Cesarea: "Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo. Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás." (Hch 25:12). 


El César mencionado en Filipenses 4:22 es Nerón. En la conclusión de esta carta, Pablo transmite saludos de los hermanos de Roma y “especialmente [de] los de la casa de César”. La expresión “la casa de César” no se refiere necesariamente a la familia inmediata de Nerón, quien gobernaba para ese entonces, sino que podía aludir a quienes formaban parte de la administración pública, esclavos del César y funcionarios de segundo orden. No se especifica si estos cristianos de la casa de César fueron fruto de la predicación de Pablo. Si estaba detenido en un lugar próximo adonde se encontraba la guardia pretoriana (Flp 1:13), se hallaba en las inmediaciones del palacio de Nerón y, por lo tanto, cerca de muchos miembros de la casa de César, a los que pudo haber predicado (Hch 28:16, 30, 31). Todo esto indica que Nerón era el emperador que estaba gobernando durante los dos años de la primera prisión de Pablo en Roma “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían” (Hch 28:30). Evidentemente Nerón permitió que el apóstol fuera puesto en libertad esta vez (Flp 1:25; 2:24), pero no en la segunda; "Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe." (2Ti 4:6s). Compárese el caso de Pedro: "Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas." (2P 1:13-15).

Nerón es el «león» de 2Ti 4:17: "Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león"

La bestia de Apocalipsis 13:18 es Nerón: "Aquí hay sabiduría. El que tiene más entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el número de hombre: y el número de ella, seiscientos sesenta y seis". Este acertijo ha llenado de perplejidad a los críticos e intérpretes a través de todos los siglos desde la época en que fue escrito. La frase "Número de hombre", muy naturalmente significaría el valor numérico de las letras que componen el nombre de un hombre. Y los dos nombres que más favor han hallado en la solución de este problema han sido el griego Lateinos y el hebreo Nerón Kaiser. Cualquiera de los dos constituye el número requerido y uno u otro se aceptará según la interpretación que uno dé a la bestia simbólica de que se trata.

Con respecto a esta bestia, Hank Hanegraaff[1] dice lo siguiente:

“Colocar a la Bestia en el siglo 21, puede presentar una gran cantidad de dificultades históricas. Por ejemplo, el apóstol Juan le dice a su auditorio del siglo I que con «sabiduría» y «entendimiento» pueden calcular «el número de la bestia, pues es número de un ser humano: seiscientos sesenta y seis» (Apocalipsis 13.18). Obviamente ninguna cantidad de sabiduría hubiera podido ayudarle a un auditorio del siglo I a descubrir el número de una Bestia del siglo XXI. (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 8)

“Nerón César Augusto Germánico, es conocido hoy más por su número que por su nombre. Los creyentes del siglo XXI, al igual que sus hermanos del siglo I, pueden tener la seguridad de que 666 es el número del nombre de Nerón y que Nerón es la bestia que saqueó a la novia en un entorno histórico que incluye tres años y medio de persecución, una época cuando el Imperio Romano llegó a tambalearse en el precipicio de la extinción y una época cuando Jerusalén y el templo fueron destruidos.” (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 140)

“Nerón era la misma personificación de la maldad. La masacre malévola de los cristianos que instituyó continuó por aproximadamente tres años y medio. Al final, Pedro y Pablo fueron perseguidos y asesinados a manos de esta bestia. Ciertamente, ésta fue la única época en la historia humana en la cual la bestia pudo asaltar directamente la fundación de la iglesia cristiana de la cual Cristo era su piedra angular. No fue sino hasta que César Nerón murió el 9 de junio del año 68 A.D. que la carnicería contra la novia de Cristo finalmente cesó. No sólo existe una correspondencia directa entre el nombre Nerón y el número de su nombre (666) sino también los «cuarenta y dos meses» que le fueron dados para «hacer la guerra a los santos» (Apocalipsis 13.5-7) son un símbolo del tiempo durante el cual la bestia hizo estragos en la novia.” (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 144)

También David Chilton[2] dice lo siguiente:

La bestia de Apocalipsis es claramente el Imperio Romano. Sin embargo, esta bestia no es sólo una institución, sino una persona; específicamente, como veremos, el emperador Nerón. ¿Cómo podía este símbolo haberse referido tanto al emperador como al imperio? Porque, en cierto sentido (particularmente la manera en que la Biblia considera las cosas), los dos podrían ser considerados como uno. Roma era identificada con su líder; el imperio estaba personificado en Nerón. Por ello, la Biblia puede moverse hacia atrás y hacia adelante entre ellos, o considerarlos a ambos juntos, bajo la misma designación. Y tanto Nerón como el imperio estaban hundidos en actividades degradantes, degeneradas y bestiales. Nerón, que asesinó a numerosos miembros de su propia familia (incluyendo a su esposa embarazada, a la cual mató a patadas); que era homosexual, la etapa final de la degradación (Rom. 1:24-32); cuyo afrodisíaco consistía de observar a personas sufrir las torturas más horripilantes y repugnantes; que se vestía como una bestia salvaje para atacar y violar a prisioneros y prisioneras; que usaba los cadáveres de cristianos que ardían en la hoguera como las originales "velas romanas" para iluminar sus obscenas fiestas de jardín; que desató la primera persecución imperial de los cristianos a instigación de los judíos, para destruir la iglesia. Este pervertido animalístico era el jefe del imperio más poderoso de la tierra. Y fijó la tónica para sus súbditos. Roma era la cloaca moral del mundo.” (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 137, 138)

“Juan les proporcionó a sus lectores una identificación positiva de la bestia: "Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. Hay varios aspectos importantes de este extraño número; sólo examinaremos dos de ellos aquí. El primer punto es que el Antiguo Testamento ya nos ha hablado del 666. Se encuentra en los libros de Reyes y Crónicas, ciertamente algunos de los libros más descuidados de la Biblia. Sin embargo, es interesante notar que Juan toma muchos de sus números simbólicos de estos libros (por ejemplo, compárese a 1 Crón. 24:1-19 con Apoc. 4:4). Estos escritos históricos nos dicen que Salomón (un tipo bíblico tanto de Cristo como de la bestia) recibió 666 talentos de oro en un año, en la cúspide de su poder y su gloria (1 Reyes 10:14; 2 Crón. 9:13). Ese número marca tanto la cúspide de su reino como el principio de su declinación; de allí en adelante, todo va cuesta abajo hasta llegar a la apostasía. Una por una, Salomón viola las tres leyes de reinado piadoso registradas en Deuteronomio 17:16-17: no amontonar oro (1 Reyes 10:14-25), no tener muchos caballos (1 Reyes 10:26-29), y no tener muchas mujeres (1 Reyes 11:1-8). Para los hebreos, el 666 era un signo terrible de apostasía, la marca tanto de un rey como un estado a imagen del dragón. El segundo punto que debemos considerar sobre el número 666 es éste. Tanto en griego como en hebreo, cada letra del alfabeto es también un numeral (véase la tabla de los numerales al final de este capítulo). Por eso, el "número" del nombre de cualquier persona podría calcularse simplemente sumando el valor numérico de sus letras. Es claro que Juan esperaba que sus lectores contemporáneos fuesen capaces de usar este método para descubrir el número de la bestia - indicando así, nuevamente, el mensaje contemporáneo de Apocalipsis; Juan no esperaba que sus lectores calculasen el número de algún funcionario de un gobierno extranjero del siglo veinte. Sin embargo, al mismo tiempo, Juan les dice que no será tan fácil como piensan: será necesario que alguien "entienda". Porque Juan no dio un número que pudiese ser interpretado en griego, que es lo que esperaría un funcionario romano que examinara Apocalipsis en busca de contenido subversivo. El elemento inesperado en el cómputo era que tenía que ser interpretado en hebreo, un idioma que conocerían por lo menos algunos miembros de las iglesias. Para ahora, sus lectores habrían adivinado que estaba hablando de Nerón, y los que entendían hebreo probablemente captaron el mensaje inmediatamente. Los valores numéricos de las letras hebreas en Nerón Kesar (Nerón César) son: Es significativo que todos los primeros escritores cristianos, aun los que no entendían hebreo y, por lo tanto, estaban confundidos por el número 666, relacionaron al Imperio Romano, y especialmente a Nerón, con la bestia. No debería haber ninguna duda razonable en cuanto a esto. Juan estaba escribiendo para los cristianos del siglo primero, advirtiéndoles de cosas que tendrían lugar "pronto". Estaban involucrados en la batalla más crucial de la historia, contra el dragón y el malvado imperio que el dragón poseía. El propósito de Apocalipsis era reconfortar a la iglesia con la certeza de que Dios estaba en control, de modo que ni siquiera el tremendo poderío del dragón y la bestia podrían sostenerse delante de los ejércitos de Jesucristo. El número de hombre es seis (Gén. 1:27, 31); Cristo fue herido en el calcañar el sexto día (viernes) - pero ése es el día en que aplastó la cabeza del dragón. Juan dice que, en su poderío máximo, Nerón es sólo un seis, o una serie de seises; nunca un siete. Sus planes de dominio mundial jamás se cumplirían, y la iglesia vencería.  (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 140-142)

Don Walker dice:

“Juan nos ha dejado dos grandes “pistas” en cuanto a la identidad de aquel a quien llama “La Bestia”. Ambas pistas señalan irrefutablemente a la misma persona, no a alguien que nacería en el siglo veinte (lo cual no tendría ninguna relevancia para su audiencia original), sino a ningún otro más que a Lucius Domitius Ahenobarbus, mejor conocido como Nerón Claudio César. Nerón, y sólo Nerón, se ajusta a la expresión específica de la Bestia. Este personaje diabólico cumple con los criterios presentados por el mismo libro de Apocalipsis. La primera “pista” que debemos examinar es Apocalipsis 13:18, que dice: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”. Recordemos que Juan está escribiendo desde la isla de Patmos, donde ha sido encarcelado. Esta carta habría sido llevada, con toda probabilidad, fuera de la isla por soldados romanos. Juan tuvo que enviar su mensaje en “código” para que sus captores no entendieran su referencia al emperador. En lugar de declarar abiertamente quién era la “Bestia,” les dejó una pista que todo hebreo podría discernir con facilidad. En los tiempos antiguos los alfabetos servían a un doble propósito. Las letras funcionaban no sólo como símbolos fonéticos, sino también como numerales. El sistema numérico arábigo que usamos hoy fue un desarrollo posterior. Como consecuencia, los nombres tenían valor numérico. A lo largo del mundo antiguo encontramos la práctica de usar el valor numérico de un nombre, como una especie de criptograma. La escritura hebrea del nombre Nerón César era NRWN QSR (representado aquí por letras de nuestro alfabeto). La suma de estos números, que corresponden a cada letra hebrea, suma precisamente 666 tal como se muestra a continuación:
N = 50
R = 200
W= 6
N = 50
Q = 100
S = 60
R = 200
¿Es esto una coincidencia? ¿O estaba Juan enviándoles un mensaje a sus lectores, el cual habrían calculado con relativa facilidad? … La segunda gran “pista” que Juan nos da se encuentra en Apocalipsis 17:9-10, que declara: “Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”. Como dijimos anteriormente, las siete montañas representan a las siete colinas de Roma. Pero Juan también nos dice que representan siete reyes. De estos siete reyes, él nos dice que cinco ya han caído. El sexto rey es aquel que Juan dice que ahora está reinando. ¿Quién era este “sexto rey”? Flavio Josefo[3], el historiador judío de aquel período, señala claramente que Julio César fue el primer emperador de Roma y que seguido en sucesión por Augusto, Tiberio, Calígula y Claudio. El sexto no era otro que Nerón (ver Antigüedades, libros 18 y 19). Esto también es confirmado por los historiadores romanos, Suetonio (Vidas de los Doce Césares) y Dio Cassius (Historia Romana V). Además, Juan declara, “el otro aún no ha venido” (el sétimo), “y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo”. Luego de Nerón siguió Galba, quien reinó menos de siete meses.” (Don Walker, La Bestia del Apocalipsis, pags. 6-8)

La bestia mencionada en Apocalipsis 11:7 es Nerón al mando del Imperio Romano: "cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará". Nerón, al mando del gran imperio romano, le hizo la guerra a los dos testigos. Erróneamente se afirma que son dos personas, dos profetas. No son dos profetas literales sino metafóricos, porque si fueran simplemente dos personas, ¿por qué la bestia (Nerón) al mando del imperio romano, necesitó hacer guerra contra ellos, con su poderoso ejército? Lógicamente, porque la metáfora no se refiere a dos personas, dos profetas individuales, sino que se refiere a la iglesia militante judía liderada por Pedro, y la iglesia gentil liderada por Pablo; las cuales estos emperadores persiguieron, y les hicieron la guerra. Inclusive estos dos apóstoles, ambos murieron entre el año 64 y el 67 d.C., en la ciudad de Roma, en la persecución de Nerón (64-68 d.C.). 

Hank Hanegraaff dice:

El Apocalipsis registra el primer gran asalto de la Bestia contra la Novia que dura aproximadamente tres años y medio. Antes del año 64 A.D., la Iglesia fue perseguida por la mujer que montaba sobre la bestia (la Israel apóstata), pero poco después del gran incendio de Roma, la bestia desató toda su furia contra la joven iglesia cristiana. Históricamente es debatible que Nerón haya comenzado el gran incendio de Roma. Pero de lo que no hay duda es de que Nerón lo usó como catalizador para el primer gran ataque en contra de la iglesia cristiana emergente. … En el mes de noviembre del año 64 A.D. comenzaron las persecuciones. El doctor Paul Maier[4], profesor de historia antigua de la Western Michigan University, comenta explícitamente este matiz en una novela documental llamada The Flames of Rome [Las llamas de Roma]. Grandes cantidades de cristianos fueron arrestados, condenados y sentenciados a muerte. Tácito registró lo siguiente: «Los cubrían con pieles de animales para luego dejar que los perros salvajes los destrozaran, otros fueron clavados en cruces, o quemados para que sirvieran como iluminación nocturna cuando la luz del día había expirado. Los jardines de Nerón servían como plaza para el espectáculo, creando un ambiente de circo, donde él se mezclaba con la gente vestido como auriga». (Hank Hanegraaff. El Código del Apocalipsis, pag. 143)

En el año décimo de su reinado, el 64 d.C., estalló el gran incendio de Roma, que destruyó casi completamente tres de los catorce distritos de la ciudad; se acusó al emperador de que él había sido quien había dado la orden de provocar el incendio. Nerón acusó a los cristianos, condenando a gran número de ellos a suplicios atroces. La tradición señala que Pablo y Pedro estuvieron entre los mártires. 

A partir de esta persecución el imperio asumió una actitud hostil hacia el cristianismo. Además de Nerón, también persiguieron a los cristianos los emperadores siguientes: Domiciano, Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Diocleciano, entre otros. Esto comenzó la primera de diez olas de persecución contra los cristianos durante el período del Imperio Romano hasta Constantino en el 314 d.C. Por más de dos siglos, Roma destruyó a cerca de un millón de cristianos.

Por la historia, sabemos que de los siete reyes mencionados en Apocalipsis 17:10, uno de ellos, el sexto es Nerón (Vea la tabla arriba, de los emperadores romanos). Así dice el texto: "y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo." Cuando Juan recibe esta revelación, ya cinco de ellos habían gobernado, como lo dice la versión CST-IBS “cinco de ellos cayeron ya”, estos son: (1) Cayo Julio César (48 al 44 a.C.), (2) Cayo Julio César Octaviano = Octavio Augusto (2 de septiembre del 31 a.C. al 17 de agosto del 14 d.C.). Aunque el Senado lo proclamó emperador el 16 de enero del 27 a.C. A partir de este rey se les comenzó a llamar emperadores; (3) Tiberio Julio César Augusto = Tiberio (15 de septiembre del 14 d.C. al 16 de marzo del 37 d.C.), (4) Cayo César Germánico = Calígula (16 de marzo del 37 al 24 de enero del 41 d.C.), y (5) Tiberio Claudio Nerón = Claudio (24 de enero del 41 d.C. al 54 d.C.). 

Esta misma versión (CST-IBS) sigue diciendo: “el sexto está gobernando”. De acuerdo a la sucesión, el sexto (6) rey fue Claudio Cesar Nerón  = Nerón (13 de octubre del 54 al 8 de junio del 68 d.C.). De manera que al momento de Juan recibir la revelación de la bestia escarlata, estaba gobernando el sexto rey, el cual ya se ha demostrado aquí que fue Nerón. La profecía es tan exacta en lo que dice: “el séptimo no ha llegado todavía; luego, cuando llegue, reinará por poco tiempo”. Por la historia sabemos que a Nerón lo sucedió Servio Sulpicio Galba (68 – 69 d.C.), pero fue por un corto tiempo (siete meses), como lo dice la profecía.

Cuando Pablo habla de la Manifestación del hombre de pecado en 2da de Tesalonicenses 2, se está refiriendo a Nerón: "Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos." (2 Ts 2:3-10). 

Este texto hay que estudiarlo en contexto para poderlo entender, y la clave está en la frase:
 "Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio". Los cristianos tesalonicenses ya sabían (en ese tiempo) que ya estaba en acción el misterio de la iniquidad, y sabían qué era lo que detenía la manifestación del hombre de pecado, y era una persona, y esa persona se llamaba Claudio, su padrastro era el emperador que gobernaba, y debía ser quitado de en medio. 

Es necesario saber esta parte de la historia para entender la profecía. El tercer y último matrimonio de Agripina se llevó a cabo el 49 d.C. con el emperador Claudio. De esa manera Agripina obtiene el título de emperatriz y luego el de Augusta. Al ostentar dichos cargos se hace con más poder e influencias, que usará para convencer a Claudio de adoptar como único heredero al trono de Roma a su hijo Nerón. Para ello Claudio deshereda a Británico, el hijo que tuvo con su anterior esposa Mesalina, que luego sería asesinado. Así Agripina introdujo en la sucesión imperial a su hijo. Una vez obtuvo lo que deseaba de Claudio lo mandó asesinar con un plato de hongos venenosos. De esta manera, envenenado, fue quitado de en medio quien al presente lo detenía, por una conspiración entre Nerón y su madre Agripinila. Así, al quitarlo de en medio se cumplió la palabra del apóstol Pablo: "hasta que él a su vez sea quitado de en medio". A partir de allí se manifestó (en Nerón) la bestia de Apocalipsis.

Al ascender Nerón al poder, su madre Agripina trató de gobernar a través de su hijo, con el cual se insinúa tenía una relación incestuosa. Cuando esta se opuso a la relación de su hijo con Sabina Popea, Nerón, por consejo de su amante, mandó matar a su posesiva madre.

Los que conocen la historia, saben que esta bestia, determinó asesinar a la novia del Cordero, era un megalomaniático que edificó una estatua de él mismo de más de treinta metros de alto y la erigió en el templo romano de Marte. Demandó que lo adorarán como «el Dios Todopoderoso y el Salvador». Y en sus monedas se llamaba a sí mismo El Salvador del Mundo

David Chilton dice lo siguiente:

“Consideremos lo que el libro de Apocalipsis nos dice sobre Nerón/Roma, la bestia. … Juan vio que la bestia tenía "diez cuernos y siete cabezas" (Apoc. 13:1), a la imagen del dragón (12:3), que le da a la bestia "su poder y su trono y gran autoridad" (13:2). Los diez cuernos (poderes) de la bestia se explican en Apocalipsis 17:12 en términos de los gobernadores de las diez provincias imperiales, mientras que las siete cabezas se explican como la línea de los Césares (17:9-11). Nerón es una de las "cabezas" … "y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo" (13:1). Como ya hemos visto, los Césares eran dioses. Cada emperador era llamado Augusto o Sebasto, que significa Al que debe rendírsele culto; también, tomaban el nombre de divus (dios) y hasta los de Deus y Theos (Dios). Se les erigieron muchos templos por todo el Imperio, especialmente, como hemos visto, en Asia Menor. Los Césares romanos recibían honores que pertenecían sólo al único Dios verdadero; Nerón exigía absoluta obediencia, y hasta se hizo construir una imagen, de 120 pies de altura. Por esta razón, Pablo llamó a César "el hombre de pecado"; Pablo dijo que César era "el hijo de perdición, que se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto, que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios" (2 Tes. 2:3-4). Juan subraya este aspecto de la bestia: "También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias ... Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo" (13:5-6). Los cristianos fueron perseguidos precisamente porque rehusaron participar en este idolátrico culto al emperador.” (David Chilton, El Paraíso Restaurado, pags. 138, 139)

Así se expresa Josefo:

Dejaré de contar ahora al presente, por saber que sería importuno, de qué manera Nerón, levantado en los bienes de la fortuna y prosperidad, supo tan mal servirse de todo; y cómo mató a su hermano, a su madre y a su mujer, convirtiendo después su crueldad contra todos, viniendo a la postre a enloquecer y hacer cosas de hombre indiscreto y sin cordura. (Flavio Josefo, Las Guerras de Los Judíos, Libro II, Cap. XI, pag. 131)

Tácito amplificó la naturaleza nefasta de Nerón en sus Anales. Nerón acusó falsamente a los primeros cristianos como los causantes del gran incendio de Roma y los subyugó a las «torturas más exquisitas». Los «cubrió con pieles de animales», «hizo que los perros los despedazaran», «los clavaba a las cruces» y «los quemaba para que le sirvieran como iluminación en la noche».

Apolonio de Tyana describió a Nerón como una bestia más malévola, peor que cualquier otra que el haya encontrado en la selva. Al igual que Lactanio, Sulpicio Severo y los Oráculos Sibilinos, él describió a Nerón como una bestia destructiva y dañina: «Nunca hemos oído que las bestias salvajes se coman a su propia madre, sin embargo Nerón disfruta de esa dieta». Esto fue dicho porque Nerón mandó a matar a su propia madre.

Suetonio dice:
 «Había prostituido su propia castidad hasta el extremo de profanar cada parte de su cuerpo, para después crear una clase de juego macabro, donde se cubría con la piel de algún animal salvaje, y saliendo de una jaula atacaba las partes privadas de los hombres y las mujeres que estaban atados a las estacas».

Nerón castró a un jovencito llamado Sporus y se casó con él en una ceremonia pomposa. Se deleitaba en la violación homosexual y la sodomía. Mató a su mujer embarazada, Papea, a patadas y se robó el tesoro imperial para utilizarlo en placeres personales. Y eso es sólo un vistazo pequeño de la personificación de la maldad. 

Nerón murió en el año 68 d.C., en el año catorce de su reinado, y a los treinta y dos años de edad. Viéndose abandonado por sus tropas y sabiéndose perdido, se quiso suicidar, pero, no consiguiéndolo, pidió a uno de sus defensores que lo rematara. 
 




[1] Hank Hanegraaff (nacido en 1950) es el presentador del Bible Answer Man, programa radial que se escucha a diario en todo Estados Unidos y Canadá. Es presidente del Christian Research Institute y autor de The Pace That Demostrates the Farce of Evolution, un libro que ganó premios. Entre sus éxitos de librería figuran La oración de Jesús, El tercer día, Cristianismo en Crisis y El código del Apocalipsis. Hank y su esposa Kathy, viven en Carolina del Norte y tienen ocho hijos.
[2] David Harold Chilton (1951-1997) fue un pastor cristiano Reformado, reconstruccionista, orador, y autor de varios libros sobre economía, escatología y Cosmovisión Cristiana de Placerville, California. Contribuyó con tres libros sobre escatología: Paraíso Restaurado (1985), The Days of Vengeance (1987), y La Gran Tribulación (1987). Wikipedia
[3] Josefo, Flavio. Historiador judío nacido en 37/38 d.C., y muerto a principios del ss. II. Era hijo de un sacerdote llamado Matías, del orden de Joiarib (1Cr 24:7), y según él mismo era pariente de los asmoneos, que pertenecían al mismo orden. Después de un breve período de asociación con los esenios, y con un asceta llamado Bano que vivía en el desierto, se unió al partido de los fariseos a la edad de 19 años. En una visita a Roma en 63 d.C. le impresionó grandemente el poder del imperio. En el 66 d.C. se opuso tenazmente a la rebelión judía contra Roma, y aunque recibió una comandancia en Galilea, en la que manifestó considerable energía y habilidad, no tuvo confianza en la causa de los insurgentes. Después de la captura de la plaza fuerte de Jotapata por los romanos, que defendió hasta que resultó inútil toda resistencia, escapó y se escondió junto con otros cuarenta en una cueva. Cuando a su vez este refugio estuvo a punto de ser tomado los defensores entraron en un pacto suicida, y Josefo fue uno de los dos últimos sobrevivientes. Persuadió al otro sobreviviente que bien podrían entregarse a los romanos, lo que contribuyó a que se ganara el favor de Vespasiano, el comandante romano, al predecir que sería elevado a la púrpura imperial. La predicción se cumplió en 69 d.C. Al año siguiente Josefo fue agregado al cuartel general romano durante el sitio de Jerusalén, en el que actuó como intérprete de Tito (hijo de Vespasiano y su sucesor en el comando palestino) cuando quiso ofrecer condiciones a los defensores de la ciudad. Después de la caída de Jerusalén, Josefo fue a Roma, donde se estableció como cliente y pensionado del emperador, cuyo nombre de familia, Flavio, adoptó. Como sería de esperar, el comportamiento de Josefo durante la guerra le ganó el estigma indeleble de traidor ante los ojos de la nación. Aun así, empleó los años de su agradable estancia en Roma de manera tal que pudiera granjearse su gratitud en alguna medida. Dedicó esos años a una actividad literaria en la que se muestra como verdadero patriota, según su punto de vista, celoso de establecer el buen nombre de su pueblo. Su primera obra fue una Historia de la guerra judía, escrita primero en arameo para beneficio de los judíos de Mesopotamia, y luego publicada en una edición griega. La narración del principio de la guerra está precedida por un resumen de la historia judía desde 168 a.C. hasta 66 d.C. Sus dos libros Contra Pelag Jerónimo, Contra Pelagium Apión los escribió en defensa de su pueblo contra las calumnias antijudías de un maestro de escuela de Alejandría llamado Apión; en ellos trata, también, de mostrar que los judíos son más antiguos que los griegos, y en el curso de su argumentación ha preservado para la posteridad cierto número de valiosos extractos de escritores antiguos, que de otra manera se habrían perdido. Su obra de mayor longitud es Antigüedades judías, en veinte tomos, que relatan la historia de su pueblo desde las épocas más primitivas (en realidad comienza su narración con la creación del mundo) hasta sus propios días. Completó esta obra en 93 d.C. Finalmente, escribió su Autobiografía, fundamentalmente en defensa de su posición ante la guerra, que había sido interpretada en términos desfavorables por otro escritor judío, Justo de Tiberias. Resulta imposible reconciliar el relato de sus actividades durante la guerra, tal como las presenta en su Autobiografía, con la explicación que había dado anteriormente en su Historia de la guerra judía. En lo referente a la historia de los judíos durante el reinado de Antíoco Epífanes (175–164 a.C.) y la guerra de 66–74 d.C., y especialmente para el período que comienza con la ocupación romana del 63 a.C., las obras de Josefo son de incomparable valor. Tuvo acceso a fuentes de primera categoría, tanto publicadas como no publicadas: la obra de Nicolás de Damasco, historiógrafo de Herodes el Grande, le permitió obtener un registro detallado de la carrera de ese monarca; los registros oficiales romanos estuvieron a su disposición; consultó a Agripa el menor ( Herodes, 5) sobre diversos detalles referentes al origen de la rebelión judía, y, por supuesto, podía confiar en su propio conocimiento inmediato de muchas fases de ella. Por cierto que puede ser totalmente tendencioso en la descripción de personalidades y en la presentación de hechos, pero su “tendencia” es tan obvia que el lector puede fácilmente detectarla y hacer las correcciones necesarias. Las obras de Josefo permiten obtener material de fondo indispensable para los estudiosos de la historia del período intertestamentario tardío, como también del neotestamentario. En ellas encontramos muchas figuras, tanto judías como gentiles, bien conocidas por nosotros gracias al NT. A veces vemos en sus escritos comentarios directos sobre referencias neotestamentarias, p. ej. sobre la mención de Judas de Galilea en Hch 5:37 y del “egipcio” en Hch 21:38. Es poco probable, sin embargo, que los escritores del NT hayan conocido sus obras. De especial interés son sus referencias a Juan el Bautista (Ant. Josefo, Antigüedades de los judíos 18.116ss), a Jacobo, el hermano de Señor (Ant. Josefo, Antigüedades de los judíos 20.200), y a nuestro Señor (Ant. Josefo, Antigüedades de los judíos 18.63s), pasaje que, si bien ha sufrido alguna medida de enmienda por parte de editores cristianos, es básicamente auténtico. NDBC
[4] Paul L. Maier (nacido el 31 de mayo 1930) es un historiador y novelista. Ha escrito varias obras de no-ficción erudita y popular sobre el cristianismo y novelas sobre historiadores cristianos. Él es el ex profesor  Russell H. Seibert  de Historia Antigua en la Universidad de Western Michigan, de donde se retiró en 2011, conservando el título de profesor emérito en el Departamento de Historia. Se desempeña como Tercer Vicepresidente de la Iglesia Luterana - Sínodo de Missouri. Wikipedia