La profecía de
las setenta semanas
por Diac Gonzalez
por Diac Gonzalez
Para tener mayor claridad en este tema de la semana setenta, es
necesario ahondar un poco más allá de lo que comúnmente se ha explicado hasta
ahora de estas setenta semanas(1),
y se ha hecho una mala interpretación de ellas, pero específicamente de la
semana setenta. Los dispensacionalistas inventaron la gran mentira del “paréntesis”,
y más del 90% de los cristianos se han creído esto, y así lo predican enredando
cada día a más personas que lamentablemente no se han preocupado por investigar
concienzudamente lo que se le enseña. A continuación un comentario de Hank Hanegraaff,
quien rebate y desarma esta gran mentira del paréntesis:
“Además, así como no
existe una posposición dispensacional
en el plan de Dios, tampoco existe un paréntesis en los propósitos de Dios. El pretexto de un paréntesis durante
el cual hay una posposición de los planes de Dios para Israel y el comienzo de
un plan para la Iglesia es el producto de una lectura extraña de la profecía.
El enfoque principal del dogma se encuentra en Daniel. Tal como lo explica
LaHaye: «Es imposible comprender la profecía de la Biblia sin
comprender el libro de Daniel. Mucha de la información de los asuntos clave y
de la secuencia del tiempo de los últimos días se da en Daniel». Una nota
particular son las «setenta semanas» de Daniel (Daniel 9.24-27). Para ampliar
su perspectiva de los «asuntos clave» y de la «secuencia de tiempo», LaHaye
crea un número de presuposiciones en las setenta semanas de Daniel. Primero,
infiere que existe una brecha de 2.000 años entre la semana número 69 y la
número 70 de Daniel. Es más, él agrega un «período
de paréntesis» de 2.000 años en esa brecha a la que llama «el período de la Iglesia». Finalmente,
supone que «la Iglesia era un misterio oculto en el Antiguo Testamento (Romanos
16.25-26; Efesios 3.2-10; Colosenses 1.25-27)» Y que «Israel, no
la Iglesia, cumplirá
su destino nacional como una entidad separada después del rapto y la
Tribulación y durante el milenio». Debería ser evidente que esta invención no
es producto de una iluminación fiel del texto, sino el resultado de una imaginación
fértil [pero con resultados estériles]. La idea misma de que los profetas del
Antiguo Testamento no vieron «el valle de la Iglesia», la cual «no existía antes
de su nacimiento en Pentecostés» y que «tendrá un final abrupto en el rapto»,
es completamente falsa. Los profetas del Antiguo Testamento no sólo vieron «el
valle de la Iglesia», ellos lo anunciaron. Pedro, hablando después del nacimiento de la Iglesia en
Pentecostés, lo dijo de la manera más sencilla: «En efecto, a partir de Samuel todos los profetas han anunciado estos días»
(Hechos 3.24).Lo que los profetas no vieron ni anunciaron es la idea de que la
Iglesia del Nuevo Testamento que nacía en Pentecostés tendría un «final abrupto
en el rapto». En otras palabras, la idea de que la Iglesia es un paréntesis en
el plan de Dios no tiene fundamento bíblico” (Hank Hanegraaff, El Código del Apocalipsis, págs. 53, 54)
El sistema de semanas de años
Para resolver el tiempo expresado
en semanas en la profecía de Daniel, nos basaremos en el sistema de semanas de
años expresado en las mismas Escrituras, de manera que interpretamos que una semana que contiene siete días da como resultado siete años.
1 semana → 7 días = 7 años
“Y contarás siete semanas de años, siete
veces siete años,
de modo que los días
de las siete semanas de años
vendrán a serte
cuarenta y nueve años.”
(Lv 25:8)
7 semanas → 49 días = 49 años
Se agregan dos citas bíblicas más
para complementar y reforzar el sistema de días
por años expresado aquí:
“Conforme al número de los días, de los
cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades
cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo”
(Nm 14:34)
40 días = 40
años
“Y tú te
acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de
Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad
de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos
noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos
éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de
la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado.”
(Ez 4:4-6)
(Ez 4:4-6)
Israel: 390
días = 390 años
Judá: 40 días =
40 años
Aplicando al
texto el sistema de semanas de años, y las otras explicaciones, se ve con
muchísima claridad y se entiende lo que expresa esta magnifica profecía:
“24 Setenta [70] semanas [de años = 490
años] están determinadas sobre tu pueblo
[Israel] y sobre tu santa ciudad [Jerusalén], para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y
expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la
profecía, y ungir al Santo de los santos. 25 Sabe, pues, y entiende, que desde
la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías
Príncipe [Jesucristo], habrá siete
semanas [49 años], y sesenta y dos
semanas [434 años]; se volverá a
edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. 26 Y después de las sesenta
y dos semanas [en la semana setenta (70)]
se quitará la vida al Mesías [Jesús],
mas no por sí; y el pueblo [Roma] de un
príncipe [Tito, hijo del Cesar Vespasiano] que ha de venir destruirá la ciudad [Jerusalén] y el santuario [el templo de Herodes]; y su fin [el de Jerusalén] será con inundación, y hasta el fin de la guerra [de
los judíos] durarán las devastaciones. 27 Y por
otra semana [siete (7) años] [son ya setenta (70)] [el Mesías] confirmará
el [Nuevo] pacto con muchos [judíos convertidos]; a la mitad de la semana [setenta] [el Mesías con su sacrificio expiatorio] hará
cesar el sacrificio y la ofrenda [ceremonial]. Después [en
esa misma generación] con la muchedumbre de las
abominaciones [de los judíos] vendrá el desolador
[abominación desoladora], hasta que
venga la consumación [del siglo judaico],
y lo que está determinado se derrame sobre el desolador [la nación
judía].”
(Dn 9:24-27)
Para ver con
más claridad esta profecía, coloco solo una versión más de la misma cita
bíblica, de entre otras que aclaran este tema:
“24 Se han fijado setenta semanas de años para
tu pueblo y para tu santa ciudad, al fin de las cuales se acabará la
prevaricación, y tendrá fin el pecado, y la iniquidad quedará borrada, y vendrá
la justicia o santidad perdurable, y se cumplirá la visión y la profecía, y
será ungido el Santo de los santos. 25 Sábete, pues, y nota atentamente: Desde
que salga la orden o edicto para que sea reedificada Jerusalén, hasta el Mesías
príncipe, pasarán siete semanas, y sesenta y dos semanas; y será nuevamente
edificada la plaza, o ciudad, y los muros en tiempos de angustia. 26 Y después
de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías; y no será más suyo
el pueblo, el cual le negará. Y un pueblo con su caudillo vendrá, y destruirá
la ciudad y el santuario; y su fin será la devastación, y acabada la guerra
quedará establecida allí la desolación. 27 Y el Mesías afirmará su nueva
alianza en una semana con muchos fieles convertidos; y a la mitad de esta semana
cesarán las hostias y los sacrificios; y estará en el tiempo la abominación de
la desolación; y durará la desolación hasta la consumación y el fin del mundo.” (Torres Amat)
El Mesías-Rey nació en el año 4 a.C., en el transcurso
de la semana sesenta y cinco (65) de Daniel, y se manifestó a Israel justo entre el principio de la semana setenta (70), y el final de la
semana sesenta y nueve (69) como lo indica la profecía:
“Sabe,
pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a
Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos
semanas: [sesenta y nueve
semanas]”.
El ministerio del Mesías-Rey, que por cierto fue solo
para Israel como lo dijo él mismo: “No soy
enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15:24),
duró exactamente media semana de años
(tres años y medio o cuarenta y dos meses), ya que Daniel dice que “después
de las sesenta y dos semanas [en la semana setenta] se quitará la vida al Mesías”. Además de eso, más adelante dice que justo a la mitad de la semana setenta el
mismo Mesías haría cesar el sacrificio y la ofrenda: “a la mitad de la semana, hará
cesar el sacrificio y la ofrenda”. Con su sacrificio expiatorio en la cruz, el Mesías-Rey suprimió el
sacrificio y la ofrenda ceremonial: “pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb 10:12)
La semana setenta (70) está manchada de sangre justa
ya que está enmarcada dentro de tres abominables martirios:
Semana 70
|
Año
|
Martirio
|
Inicio
|
27 d.C.
|
Decapitación de Juan el Bautista (El ultimo profeta
de la ley y precursor del Mesías-Rey)
|
Mitad
|
31 d.C.
|
Crucifixión de Jesús, el Mesías-Rey
|
Fin
|
34 d.C.
|
Lapidación de Esteban (El primer martir de la
gracia)
|
"Respecto al clima político
del período que vivió Jesús hay división de opiniones entre los estudiosos. Unos
piensan que el primer tercio del siglo primero fue un período de paz y calma en
la región palestina, otros creen que había una gran tensión que se manifestaba
de forma violenta en algunas ocasiones. Flavio Josefo pinta un panorama de resistencia y sublevación larvada entre los años 4
a.C. y 60 d.C., que ejemplifica con el episodio de la rebelión en Galilea con motivo del censo de Quirino en 6 d.C., instigada por un tal Judas procedente de Gaulanítide (Antigüedades judías 18.4-6)". (José Ochoa, Atlas histórico de la
Biblia. Nuevo Testamento, Madrid 2004. Cap 6. Pag 43)
"En los ocho siglos que
precedieron al nacimiento de Cristo la región Palestina y el pueblo hebreo que
la habitaba estuvo sometida a sucesivos dominios extranjeros. Los asirios
habían acabado con el reino de Israel, en el norte de la región, en el año 721
a.C. y los babilonios en 587 a.C. habían tomado Jerusalén y destruido el reino de Judá. Les siguieron persas, griegos y romanos, que se
habían ido dando el relevo del control sobre una tierra de paso entre Egipto y
Anatolia, entre el extremo oriental del mediterráneo y Mesopotamia. Desde
entonces hasta el año 167 a.C., con el levantamiento de los macabeos, no se había producido una reacción bélica. A partir de ese momento el judaísmo reacciona a los cambios sociales y políticos, que se manifestarán
especialmente bajo dominio romano, que son interpretados en clave religiosa. Y
no podía ser de otra forma, dado que la propia presencia romana tenía unidas la
religión, la política y la economía. Las monedas que se usaban en Palestina en
el siglo I son la mejor muestra de ello: a Julio César se le representaba como
un espíritu que asciende al cielo para ocupar su lugar junto a los dioses; de Augusto decían las leyendas que era divi filius (hijo de
Dios, porque lo había adoptado César, porque en la Eneida aparece
como descendiente de Eneas, hijo de un hombre y la diosa Afrodita), y las
monedas de Tiberio decían de él que era pontifex maximus, gran sacerdote. El salario
de un judío era pagado con la moneda de unos dioses paganos que imponían su
voluntad en la tierra que le había dado el único Dios. Desde la acción armada
hasta la no-violencia, pasando por los movimientos apocalípticos, en el siglo I
d.C. se viven en Palestina múltiples formas de resistencia al poder extranjero,
que constituyen el contexto en el que vivieron los contemporáneos de Jesús y
sus inmediatos seguidores." (José
Ochoa, Atlas histórico de la Biblia. Nuevo Testamento, Madrid 2004. Cap 7.
Pag 51)
"Los estratos de las
excavaciones en Tierra Santa. La historia que narra el Nuevo Testamento
está enterrada bajo capas y capas de restos y escombros que el arqueólogo llama
estratos y que tiene que ir levantando cuidadosamente para acercarse cada vez
más a la capa correspondiente a la época de las grandes construcciones de Herodes y a la Jerusalén que vio Jesús. Por debajo hay también otras capas que
se remontan en algunos casos a la prehistoria, pero la que más nos puede
interesar es el estrato del período tardohelenístico, porque con él pueden
confundirse a veces los restos de la época de la que se ocupa este atlas. Por
debajo de las capas más modernas están los estratos medievales del dominio
musulmán y de la época de los cruzados. Una vez retirados estos niveles (cuando
existen) en un yacimiento o en una ciudad hay que ir descendiendo por los
siguientes estratos: Período bizantino: desde la conversión de Constantino Palestina es considerada Tierra Santa por el Imperio Romano cristianizado que actuará sistemáticamente con fondos imperiales para
transformar los lugares santos en destino de peregrinos. Allí se construyen
iglesias, santuarios y monasterios, con las que rivalizan las sinagogas que en pugna artística construyen los judíos de Galilea. Sin embargo,
la cultura material asociada a este monumental estrato es cada vez de menor
calidad, con cerámica poco fina y mal cocida. Período romano medio y tardío:
después de las guerras judías contra los emperadores Vespasiano y Adriano, que
se tradujeron en expulsión de los judíos de Jerusalén y Judea, se produjo una
migración hacia Galilea y una proliferación de sinagogas que venían a
reemplazar en alguna medida la pérdida del Templo de Jerusalén en 70. El
control directo de los romanos sobre el territorio supuso una mayor
urbanización que permitía una mejor recaudación de impuestos y favorecía el comercio. Período romano temprano: la Palestina
que vivió Jesús fue la de las grandes construcciones de Herodes el Grande y las que su hijo Antipas llevó a cabo sobre todo en Galilea,
que incluyeron fundaciones de ciudades. Este período, que se conoce en la zona
como “herodiano”, se corresponde con un estrato arqueológico rico en objetos de
lujo y de cerámica bien cocida, con la presencia de testigos del modo de vida
judío y grandes edificios públicos. Sin embargo, este estrato acaba en muchos
casos en destrucción, por causa de las revueltas que cerraron el período. Período
helenístico tardío: debajo tenemos el estrato de asentamientos judíos de
época “asmonea”, los monarcas descendientes de los Macabeos, que repoblaron la región de Galilea, utilizando viejos asentamientos o
recurriendo a la nueva fundación. Además de pueblos, los asmoneos construyeron
fuertes que les permitieran mantener el control de su territorio." (José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia. Nuevo
Testamento, Madrid 2004. Cap 5. Pag 32)
(1) Setenta Semanas. Período de tiempo
profético referido en Daniel 9:24-27, durante el cual se reedificaría
Jerusalén, aparecería el Mesías y luego sería
cortado; después de este período, tanto la ciudad como el lugar santo serían
desolados…. Está claro que esta profecía es una “joya” para la identificación
del Mesías…. La mayoría de los eruditos bíblicos concuerdan en que las “semanas”
de la profecía son semanas de años. Algunas traducciones dicen “setenta semanas
de años” (BR; EMN, nota; PIB, nota; TA); la Tanakh,
una traducción inglesa de la Biblia publicada en 1985 por
la Jewish Publication Society también da esta opción en una nota al pie
de la página…. En cuanto a las siete primeras “semanas” (cuarenta y nueve
años), Nehemías, con la ayuda de Esdras, y después otros que posiblemente les
sucedieron, trabajaron “en los aprietos de los tiempos”, con dificultades
internas —entre los mismos judíos— y externas —procedentes de los samaritanos y
de otras gentes—. (Dn 9:25.)…. La obra debió quedar prácticamente terminada en
cuarenta y nueve años (siete semanas de años), y Jerusalén y su templo
permanecieron hasta que llegó el Mesías. En cuanto a las siguientes
sesenta y dos “semanas” (Dn 9:25), estas, como parte de las setenta y
mencionadas en segundo lugar, continuarían a partir de la conclusión de las
“siete semanas”. Por lo tanto, el tiempo que pasó “desde la salida de la
palabra” para reconstruir Jerusalén hasta “Mesías el Caudillo” fue de siete más
sesenta y dos “semanas”, es decir, sesenta y nueve “semanas” (cuatrocientos
ochenta y tres años)…. Jesús fue bautizado en agua, fue ungido con espíritu
santo y empezó su ministerio como “Mesías el Caudillo”. (Lc 3:1, 2, 21, 22.) De
modo que, con siglos de antelación, la profecía de Daniel señaló con precisión
el año exacto de la llegada del Mesías. Los judíos quizás lo habían calculado
basándose en la profecía de Daniel, de modo que estaban pendientes de la venida
del Mesías. La Biblia informa que “el pueblo [estaba]
en expectación, y todos razonando en sus corazones acerca de Juan: ‘¿Acaso será
él el Cristo?’”. (Lc 3:15.) Aunque esperaban al Mesías, no
podían determinar con exactitud ni el día, ni la semana, ni el mes de su
llegada. Por ello se preguntaban si Juan era el Cristo. “Cortado” a la
mitad de la semana. A continuación Gabriel le dijo a Daniel: “Después de las sesenta y dos semanas Mesías será cortado,
con nada para sí”. (Dn 9:26.) Algún tiempo después del final de
las ‘siete más sesenta y dos semanas’, en realidad, unos tres años y medio
después, Cristo fue cortado al morir en un madero de tormento, entregando todo
lo que tenía como un rescate para la humanidad. (Is 53:8.) Los hechos indican
que Jesús empleó la primera mitad de la “semana” en efectuar su ministerio. En
una ocasión…. dio una ilustración en la que al parecer comparaba la nación
judía a una higuera (compárese con Mt 17:15-20; 21:18, 19, 43) que no había
producido fruto por “tres años”. El viñador le dijo al amo de la viña: “Amo,
déjala también este año, hasta que cave alrededor de ella y le eche estiércol;
y si entonces produce fruto en el futuro, bien está; pero si no, la cortarás”.
(Lc 13:6-9.) Puede que aquí se haya referido al período de tiempo de su propio
ministerio a aquella nación insensible, ministerio que hasta ese punto había
durado unos tres años y que tenía que continuar durante parte de un cuarto año.
El pacto en vigor “por una semana”.
Daniel 9:27 dice: “Y él tiene que mantener el pacto en vigor para los muchos por una
semana [o siete años]; y a la mitad de la semana hará que cesen el sacrificio y
la ofrenda de dádiva”…. Por medio de Cristo, Dios extendió las
bendiciones del pacto abrahámico
a la prole natural de Abrahán, lo que excluyó a los gentiles hasta que estos
recibieron el evangelio gracias a la predicación de Pedro a Cornelio, de
nacionalidad italiana. (Hch 3:25, 26; 10:1-48.) La conversión de Cornelio y su
casa ocurrió después de la conversión de Saulo de Tarso, la cual por lo general
se cree que tuvo lugar alrededor del año 34 d.C.; después de esto la
congregación disfrutó de un período de paz y edificación. (Hch 9:1-16, 31.) De
modo que, al parecer, Cornelio entró en la congregación cristiana alrededor del
otoño del año 36 d.C., el final de la septuagésima “semana”, cuatrocientos
noventa años después. Se ‘hacen
cesar’ el sacrificio y la ofrenda. La expresión ‘hacer que cesen’,
usada con referencia al sacrificio y la ofrenda de dádiva, significa
literalmente “hacer o causar que se sabatice, descanse o desista de trabajar”.
El “sacrificio y la ofrenda de dádiva” que se ‘hicieron cesar’, según Daniel
9:27, no podrían ser el sacrificio de rescate de Jesús ni ningún sacrificio espiritual
de sus seguidores. Tienen que referirse a los sacrificios y las ofrendas de
dádiva que ofrecían los judíos en el templo de Jerusalén de acuerdo con la ley
de Moisés. La “mitad de la semana” sería a la mitad de los siete años, o
después de tres años y medio de haber empezado esa “semana” de años.… El
apóstol Pablo nos dice que Jesús ‘vino para hacer la voluntad de Dios’, que era
‘eliminar lo primero [los sacrificios y las ofrendas según la Ley] para
establecer lo segundo’. Hizo esto al ofrecer como sacrificio su propio cuerpo.
(Heb 10:1-10.) Aunque los sacerdotes judíos continuaron ofreciendo sacrificios
en el templo de Jerusalén hasta su destrucción en el año 70 d.C., los sacrificios por el pecado cesaron en lo
que respecta a tener aceptación y validez para Dios. Jesús dijo a Jerusalén
justo antes de morir: “Su casa se les
deja abandonada a ustedes”. (Mt 23:38.) Cristo “ofreció un solo sacrificio por los pecados perpetuamente
[...]. Porque por una sola ofrenda de sacrificio él ha perfeccionado perpetuamente
a los que están siendo santificados”. “Ahora bien, donde hay perdón de estos
[de pecados y actos desaforados], ya no hay ofrenda por el pecado.”
(Heb 10:12-14, 18). El apóstol Pablo explica que la profecía de Jeremías
hablaba de un nuevo pacto, por lo que el
anterior (el pacto de la Ley) había quedado anticuado y estaba “próximo a desvanecerse” (Heb 8:7-13). Desolaciones para la ciudad y el lugar
santo. Después de las setenta “semanas”, como resultado directo de
que los judíos rechazaran a Cristo durante la septuagésima “semana”, se
cumplieron los acontecimientos de las últimas partes de Daniel 9:26 y 27. La
historia registra que Tito, el hijo del emperador Vespasiano de Roma, fue el
caudillo de las fuerzas romanas que atacaron Jerusalén. Estos ejércitos en
realidad entraron en Jerusalén y en el templo mismo como una inundación, y
desolaron la ciudad y su templo. El que los ejércitos paganos se estacionaran
en el lugar santo los convirtió en una “cosa repugnante”.
(Mt 24:15.) Todos los intentos por impedir que Jerusalén llegara a su fin
fracasaron, pues Dios había decretado: “Lo que está
decidido es desolaciones”, y “hasta
un exterminio, la misma cosa que se ha decidido irá derramándose también sobre
el que yace desolado”. DPCE
Excelente, muy bien explicado, más claro que el agua.
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